Desde siempre la humanidad sintió la necesidad de contar los fenómenos del mundo circundante con historias fantásticas o épicas, las que en primera instancia eran contadas a través de la palabra hablada.
Luego, con la invención de los símbolos e íconos, los relatos eran expresados mediante una acción simbólica. La escritura cuneiforme es un buen ejemplo de esto. Con la invención de nuevos soportes, como el papiro y más tarde el papel, por mencionar algunos, la literatura ganó en expresión y movilidad, logrando llegar a más personas.
Los primeros relatos expresaban épocas míticas y heroicas, grandes epopeyas basadas en mitologías o mitos que pudieron quizás suceder alguna vez. De alguna forma, la escritura y la tradición oral han mantenido vivas las viejas historias y las viejas hazañas.
El pensamiento filosófico, ético y político de las primeras ciudades libres fue más allá y palpó las ideas de su entorno y de su civilización. La escritura fue la forma perfecta para traspasar el conocimiento entre hombres y con las generaciones futuras. Así como tratados políticos, obras de teatro, libros teológicos e historias para divertimento, aunque estas eran la menos.
Luego de los copistas de la edad media y del descubrimiento de los libros antiguos durante el renacimiento, la literatura ganó en potencia y dignidad. Este fenómeno se vio potenciado por la aparición de la imprenta.
Pero fue en los siglos venideros donde los grandes pensadores y escritores utilizaron este arte, el arte de la escritura filosófica y literaria, para hacer llegar sus ideas a la persona de a pie, al público en general. Con esto, la literatura ganó popularidad como un arte en sí mismo.